Al ver videos de épocas pasadas o escuchar historias de las personas mayores a uno, suele dar la impresión de que antes la gente era más seria, formal y responsable. Se vestían mejor, se casaban jóvenes, formaban familias, etc. Puede que esta percepción se deba a información sesgada. Nadie recuerda lo promedio, solo lo extraordinario. Aún así, me niego a pensar que algo no haya cambiado.
Cuando analizo qué tienen en común esos comportamientos que ya califiqué como de antes, me doy cuenta de que tienen, entre otras, dos cosas en común: compromiso a largo plazo y un sentido de responsabilidad moral. Lo revelador de esto es que, precisamente, estos dos son de los factores más erosionados entre las nuevas generaciones y los adultos jóvenes.
El compromiso de largo plazo a lo que sea, es un ejercicio de fuerza de voluntad sobrehumana en el mundo actual. Las redes sociales inundan nuestro cerebro de picos de dopamina, que es casi el mismo de cuando vivíamos en cavernas. La comida presenta fenómenos similares, sin mencionar la disponibilidad de sustancias psicoactivas (aunque la gente de antes también la tenía). Las dating apps y la pornografía sabotean nuestros primitivos circuitos que buscan reproducirnos. En fin, la sociedad moderna es el paraíso de un hedonista.
Por otro lado, parece que hemos perdido en parte el sentido de responsabilidad moral y social. Lo grave, es que este era nuestro polo a tierra como sociedad. Para bien o para mal, nos daba parámetros entre los cuales operar y tomar decisiones. En cambio hoy, parece que todo se vale y, lamentablemente, a veces la libertad abruma.
Ante este panorama, no se me ocurre otra solución que hacer un esfuerzo sincero de erradicar de nuestras vidas las cosas nocivas que hoy tenemos y antes no existían, y traer de vuelta lo que antes funcionaba y hoy carecemos.
Andrés F. Bolívar
Bogotá, 17 de agosto de 2025